La herencia colonial suministró al México independiente los medios para sobrevivir como entidad política íntegra en un mundo adverso. México podía aprovecharse de tres elementos centrípetos que le proporcionaban la posibilidad de construir su integridad territorial como país independiente : la herencia del sistema burocrático colonial, la estructura diocesana, y la integración territorial del país por medio de los lazos comerciales y financieros del período colonial tardío. La burocracia virreinal constaba de un ramo secular y un ramo eclesiástico. Este último resultó del Patronato Real, que transformó a la Iglesia virtualmente en un brazo del gobierno virreinal. A veces, la burocracia eclesiástica era más eficaz en las localidades que la secular. La organización diocesana, obra del siglo XVI, era igualmente centralizada en la ciudad metropolitana de México. Esta contribuyó al proceso de integración y coordinación del vasto territorio del Virreinato. Los mercaderes-inversionistas, también con su centro efectivo en la ciudad de México (pero obrando desde otros centros económicos como Puebla, Guadalajara, Veracruz o Oaxaca), forjaron los lazos comerciales y financieros, que a veces eran más fuertes que los del nivel administrativo. México era una ciudad capital en el centro de una creciente unidad económica. Estos lazos comerciales superaron las diversidades provinciales y los mercados locales autónomos. Estos factores contribuyeron de una manera decisiva a la preservación de la integridad política nacional durante la transición del virreinato al Estado soberano independiente. Facilitaron también — y esto merece particular atención — el pasaje de este nuevo Estado por los dieciocho turbulentos meses del período del federalismo radical y soberanista en 1823-1824.
http://www.ahila.nl/publicaciones/cuaderno1/5_hamnet.html
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